jueves, mayo 08, 2008

HERALDO DE NAVIDAD 1995

Aquel aire frío soplaba sin piedad, inundando de infinita tristeza a mi corazón; ni siquiera el aroma a nochebuenas, canela, guayabas y frutas de temporada calentaban el frío intenso que taladraba el alma.
Decir que esta época decembrina de posadas, fiestas, luces, risas, carros alegóricos y cantos típicos es de regocijo ¡no tiene sentido para mí!... ¡Hace tanto tiempo que no lo disfruto...!
Ver los escaparates llenos de regalos y juguetes, la gente pudiente sonriendo y gastando a manos llenas; en tanto en aquellos lugares por donde esa misma gente no se atreve a caminar cuando ha anochecido, habitan niños que en su corta vida no saben lo que es recibir un juguete o un sweter, o zapatos; si acaso tienen tiempo de pensar en el pan del día siguiente... No solo los niños, sino también los ancianos que al final de sus días anhelan abrigo, comida, un techo donde pasar la noche o lo que es más importante ¡amor!
Sí, alguien que les regale un poco de cariño o al menos unas horas de compañía y tranquilidad.
Sin embargo, nosotros que tenemos casa y comida, cada día deseamos más y nos lamentamos de nuestras carencias; no somos capaces de levantar la cabeza al cielo y elevar una plegaria al Señor por todo lo que nos da; por todo su amor, ni al menos una oración al recordar que en estas fechas, hace ya milenios de años, vino al mundo a pagar nuestros pecados y que despues de 33 años de su venida ¡Murió por nosotros... crucificado!
Debería de sentirme dichosa al contemplar esta noche fría y bella, empero, no es así. La tristeza alberga en mi corazón, pues quisiera un hogar para aquellos indigentes, sean niños o ancianos; quisiera armonía, esperanza, fe y sobre todo: ¡Paz en el mundo entero!

No hay comentarios: